lunes, 9 de febrero de 2015

Sola ante los demás

Así me sentía yo afirmaba Claudia, sola ante el mundo.
Había quedado viuda siendo muy joven, a cargo de dos pequeños hijos.
Vivía trabajando para mantener la casa; por momentos me sentía infinitamente sola, desprotegida.
Mis amigos estaba en sus cosas y mis patrones eran muy exigentes.
Pase mucho tiempo sin siquiera recibir un gesto afectuoso de otra persona, tal como un abrazo.
Hasta que un día encontré a un Pastor Evangélico y su esposa, que vinieron a mi barrio con la Misión de evangelizar y distribuir alimentos a las familias pobres; una vez superadas sus necesidades primarias los capacitaban en algún oficio.
Fue la esposa del Pastor que mediante su afecto y su oído atento a mis necesidades emocionales fue reconciliándome con la vida, produciendo mi sanidad interior.
Ella me llevo a conocer al Jesucristo pobre, el que predicaba a la gente, el que sanaba y bendecía.
Ahora mi vida tiene más sentido.
Entendí que la verdadera felicidad depende de encontrar un motivo superior por el cual vivir y ese motivo lo encontré al conocer el evangelio del agua y del espíritu que restauro mi relación con el Padre Celestial.
< Romanos 8:31-34 >
“¿Qué, pues, diremos frente a estas cosas? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará gratuitamente también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? El que justifica es Dios ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, es el que también resucitó; quien, además, está a la diestra de Dios, y quien también intercede por nosotros.”
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La fe del credo de los Apóstoles

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