martes, 27 de febrero de 2018

Primera Parte de La parábola del sembrador

La Palabra de hoy proviene de la parábola del sembrador.
Hay una serie de parábolas en Mateo 13. Las parábolas que nuestro Señor dijo, explican el reino al ilustrarlo con ejemplos prácticos materiales, para que fuera más fácil de entender para la gente. Con Sus parábolas, nuestro Señor, explicó los misterios de Su Reino en conexión con el Evangelio del agua y el Espíritu.
En el pasaje de las Escrituras, se mencionan cuatro tipos de campos: el borde del camino, el pedregal, el camino espinoso y el buen suelo. La parábola dice que el sembrador salió a sembrar y que las semillas cayeron sobre estos cuatro tipos de campos.
en esta edición
La primera "la semilla que cayó junto al camino"

¿Qué quiere decir que algunas semillas cayeron junto al camino? Esto significa que la Palabra de Dios cayó en los corazones de los meros practicantes de la religión, y que la Palabra de Dios del Evangelio del agua y el Espíritu es insignificante para ellos.
La gente adora a dioses de su propia fabricación. Han hecho dioses, pero luego quedan sujetos a ellos. Multitud de personas que viven en este mundo adoran a objetos de idolatría hechos por sí mismos. A esta extraña esfera de la cultura humana le llamamos «religión».
Especialmente en la cultura antigua oriental, en panteísmo era la forma religiosa más institucionalizada. Los que creen en esto convierten cualquier cosa en objeto de adoración, y así toda criatura puede ser una deidad a sus ojos. De hecho, estos fenómenos se encuentran en casi todas las culturas primitivas.
Friedich Nietsche insistió en que el origen de la religión es el «miedo a la muerte». En la esfera de la religión está afirmación parece cierta. Los humanos han hecho dioses a todo lo que temían. Cualquier cosa grande, fuerte, mística o duradera puede hacerse un dios por parte de los seres mortales. En otras palabras, toman cualquier cosa que parezca grande o misteriosa como objeto de su adoración. A veces, se les da varios significados a diferentes animales o plantas, y se consideran merecedoras de adoración. Incluso un gran canto rodado puede convertirse en objeto de adoración, por no mencionar árboles grandes, el sol, el océano o algo que Dios ha creado.
Esto se debe a que los seres humanos fueron creados para adorar a Dios, su Creador. Pero tras la caída de Adán, se separaron de Dios y perdieron el conocimiento de cómo adorar a Dios correctamente. Debido a que todos los seres humanos se separaron de Dios, todos tienen el deseo de confiar en algo sobrenatural, y de volver a Dios. Por eso ven al Sol, creen en él como objeto de su adoración, y le piden deseos. Y algunos creen en el océano como objeto divino. Cuando las olas gigantescas y las tormentas se forman en el mar, la gente cree que el dios del mar está enfadado, y lo toman como objeto de adulación y le adoran.
Todas las cosas de todo el universo son creación de Dios. A pesar de esto, la gente no ha cesado de tomar toda criatura como objeto de adoración, en todas las épocas de la historia. A raíz de esto podemos darnos cuenta de qué débil y corrupta es la naturaleza humana. Está escrito en Romanos 1, 21-23: «Por cuanto conociendo a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se entontecieron en sus razonamientos, viniendo a oscurecerse su insensato corazón; y alardeando de sabios, se hicieron necios, y trocaron la gloria del Dios incorruptible por la semejanza de la imagen del hombre corruptible, y de aves, cuadrúpedos y reptiles».
Como la mayoría de la gente está confusa por la religión, continúan sin sacar ningún beneficio para sus almas de la semilla de la Palabra de Dios. La Palabra de Vida que cayó junto al camino no les aportó ningún beneficio. Antes de conocer a Jesucristo, nosotros también habíamos tomado todo como objeto de idolatría. La gente es capaz de tomar cualquier cosa como objeto de idolatría y poner su fe en ello, no importa lo que sea, mientras crean que les aportará algún beneficio carnal. La gente supersticiosa ha sido consumida por sus propias creencias religiosas y por eso consideran todo como objeto de idolatría.
Incluso hoy en día, hay naciones llenas de dichas religiones supersticiosas, y una de ellas es Mongolia. Yo hice un viaje como misionero a este país. En mi viaje, visité la casa de un profesor, y en su pared vi un retrato de Jesús crucificado, y en la otra pared un retrato de Buda meditando. En otras palabras, la misma casa tenía un retrato de Jesús y uno de Buda. Este hombre no era un analfabeto; al contrario, era un intelectual que enseñaba en una universidad. Aún así, creía en el cristianismo y en budismo. Este episodio ilustra como la gente de hoy en día está metida en la idolatría.
En una próxima publicación la segunda semilla, la que cayo en el camino pedregoso (retorne a este blog en los próximos días, coloque esta página en su buscador como favorita)
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